El mundo es un parque de atracciones y yo llevaba mucho tiempo dando vueltas en el tiovivo. Pero debe ser época de tener suerte porque, de repente, ha reaparecido alguien para enseñarme que la vida es mucho mejor cuando la convertís en una montaña rusa.
Y es que a veces después de unas cuantas vueltas, cuando estás borracha por culpa de ingentes cantidades de alegría, cuesta distinguir por dónde andas y es más fácil zigzaguear que andar recto.
Además tengo que confesarte una cosa: me invade la curiosidad por saber cuál será el siguiente looping que me hará volar.
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